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Introducción:

 

El día 7 de marzo estuve con la mejor persona que alguien puede tener, y esta cometió un crimen lingüístico. Desde ese momento, en el que viví a tu lado nació este semejante poema. Algo que, sinceramente, tengo que decir: me lo he pasado muy bien escribiendo esto, me he pegado unas risas… difíciles de creer.

 

Lo que viví ese día en tu despacho, rodeada de material tuyo pero también de vivencias compartidas, me dejó claro desde el primer momento que esta anécdota tenía que ir más allá. Perdóname, pero he tenido que hacer una pequeña película mental para que naciera este crimen, y, ¿sabes?, cerré los ojos y me dejé llevar por lo que sentí en ese momento.

 

¿Cuál fue el resultado? Pues me descojoné viva. ¿Sabéis cuando te ríes y te sigues riendo y hay un momento en el que pierdes el hilo del motivo por el cual has empezado a reír? Pues eso me pasó. Al final tuve que pensar en ti, en tu gran profesión, en lo gran persona que eres, en el ser tan bonito que llevas dentro… y ya ves: salió magia. La misma magia que tienes tú cuando ayudas a otras personas.

 

Ya lo sabes: alguien como tú se merece palabras que estén a la altura. No sé si esto lo está, pero sí sé que es de las cosas que más me ha hecho reír. Y es que cuando escribo, suelo ponerme seria… pero en este caso no hubo nada de seriedad. Lo que hay es muchos recuerdos, muchas risas y, sobre todo —y no menos importante—, mucho amor.

 

Sabes perfectamente lo mucho que te quiero. Ahora más que nunca, sabes que aunque sea jovencilla, tengo experiencia en esta vida —por desgracia—, y que puedes soltarte cuando y como quieras. Te quiero muchísimo. Sigue haciendo magia, estrellita.

 

 

 

Poema: Crimen lingüístico

 

Un día, alguien se sentó tranquilo,

al otro lado de la mesa,

y en lugar de decir «parecerse a ti»,

decidió hacer una mezcla rarísima:

pareixer-se a tu.

 

Pareixer-se a tu, dijo,

pero en castellano, amigos, eso es

como si alguien decidiera hacer un crucero

por el Atlántico en una balsa de remos.

 

Las palabras dieron un salto mortal,

el diccionario perdió el equilibrio,

y el filólogo más cercano entró en pánico,

mientras el verbo «parecer» pedía asilo político.

 

La lengua hizo una reverencia,

luego se tapó la cara de vergüenza,

porque ni las palabras quieren

salir así de casa.

 

Un desliz pequeño,

pero en un universo lingüístico,

un castellanismo grande.

Y, ¿qué es la vida sin un mal chiste?

Un comentario

  1. 🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣 miedo me da esa cabeza tuya!…eres la bomba! Yo protagonista de un crimen en el papel de asesina🤣🤣…no, ahora en serio, mil palabras descuartizaría por tenerte mucho tiempo delante de mí. T’estimo carinyo. M’ha agradat mooolt!!!

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